A veces siento que se quiere, incluso inconscientemente, situar al Aikido
en un lugar que creo no le corresponde. Un lugar que ocupan otras disciplinas,
vías, métodos o terapias, que buscan mejorar, aliviar, sanar la personalidad de
la gente. Aliviar cargas, aceptar emociones, cerrar heridas, liberar de pesos a
la persona para que sea capaz de vivir más serena, feliz, en paz y saludable.
Enseñan y aplican técnicas, ejercicios, dinámicas, promueven reflexiones, todo
para ayudar a la persona.
Por supuesto no voy a negar que la práctica del Aikido puede llevarnos a
una transformación personal, a una evolución. Pero el Aikido desde mi punto de
vista no está en ese grupo de vías. El Aikido tal como lo siento yo, busca
desarrollar la atención, la focalización en el instante a través de un proceso
marcial (ataque y defensa). Ser capaz de estar plenamente presente en el
instante, de forma dinámica y creativa, tomando las riendas de todo nuestro Ser
y de la situación marcial(espacio-tiempo-compañero) que nos engloba.
Uno puede acercarse al aikido con una personalidad herida, encadenado por
patrones, ideas, prejuicios, frustraciones, dolencias… y el Aikido (correctamente
enfocado) te regalará el instante, y sobre todo a Tí, a tu Ser, desnudo, vacío de disfraces aquí y ahora.
En el instante, las puertas del pasado, de la educación, de los juicios,
de las emociones, de la imagen que uno tiene de sí, se cierran o mejor
desaparecen, dejan de movilizarnos, de dirigirnos. Al enfocarnos en el momento
presente desaparecen estas aperturas (suki),
permitiéndonos ser libres, creativos, señores del instante y de nosotros,
pudiendo convertirnos en todo lo que queramos, ya sea en el rol de tori o aite.
El Aikido, entendido así, abre el espacio donde expresarnos, dejando atrás
los elementos adheridos, aprendidos, heredados o creados, que conforman nuestro
yo, sintiendo entonces, más allá de la consecución técnica correcta o no, un
estado de plenitud.
Es por esto, que, en mis clases, concedo mucha importancia al estado de
nuestra mente, a como movemos y expresamos nuestra energía. A estar enfocados
en nuestra labor, concentrando toda nuestra energía, vibrando en el rol de tori o aite, sin aperturas, llenando de nuestra presencia cada respiración.
Le otorgo por tanto una gran importancia a la energía de ataque, al ma ai (timing), a mantener un cuerpo
ordenado, vertical y centrado, a percibir el kimochi del compañero, a sentir el proceso marcial actuando desde
la intuición, permitiendo aflorar la mente inamovible (Myoo) en cada gesto.
“El esgrimista no
debe pensar a la ligera de cualquiera, ni debe sentirse temeroso ante un
oponente fuerte. Lo principal es olvidarse de uno mismo tanto como del
adversario y dejar que el myoo inconsciente se manifieste”
Adachi Masahiro
“El esgrimista no
debe albergar nada externo o superfluo en su mente, que debe estar
perfectamente purificada de toda emoción egocéntrica. Cuando esto se consigue y
la propia mente está perdida de manera que ni siquiera los demonios pueden
rastrear su paradero, le es posible por vez primera hacer pleno uso de la técnica
adquirida. O, mejor dicho, va incluso más allá de la técnica, pues olvida todo
lo que ha aprendido, ya que él mismo es la enseñanza en sí y no hay separación
del que aprende y lo aprendido.”
D.T.Suzuki
Seas como seas, sientas como sientas, debemos permitir que todo
desaparezca para que nuestra esencia se manifieste, y esto se hace a través de
la concentración. Concentrarnos en como usar la energía de nuestro cuerpo,
sintiendo lo apropiado de cada momento, sin emociones, sin pensamientos
externos al instante que estamos viviendo:
Que mal me ha
salido; no sirvo para esto; el aite me está bloqueando; con éste no me pongo; el
Sensei me está mirando; lo estaré haciendo como el Sensei quiere?;no puedo con
esta persona es muy grande; me voy a hacer daño; es que tengo que entenderlo
primero; no se hacerlo; no quiero hacer daño….
Todos estos pensamientos y emociones son las puertas abiertas de la
mente. Son suki, aperturas mentales que se traducen en ventajas para el
oponente, en limitaciones para leer el ahora en el proceso, y que en un combate
de espada significarían la muerte.
“Tu espíritu es el
verdadero escudo”
Morihei Ueshiba
“Hay que mantenerse
siempre cerrado, sin aperturas”
Seishiro Endo
Esta experiencia que ofrece el Budo y el Aikido en particular, si
elegimos llevarla a nuestra vida, por supuesto puede transformarnos, y nos
ayudará en la consecución de vivir más plenamente cada momento, sin aperturas(suki) que nos limiten. Aunque si
queremos sanar los elementos limitantes de nuestra personalidad, si necesitaremos
de otros caminos que ayuden.
Es por ello que un maestro de esgrima del siglo XVI, podía ser
considerado un “santo de la espada”, con gran sabiduría y actitud, pero que
fuera de ese ámbito, tuviera elementos de su personalidad que hoy consideraríamos
susceptibles de ser trabajados, pero que, en el momento de la acción
desaparecerían, y dejarían paso al brillo de una mente vacua y libre.
Percibir el suki interno y el
ajeno, ya sea de otra persona o de una situación, el no permitir que nos afecte
o coarte, y además ser capaces de utilizarlo, actuando en consecuencia física y
mentalmente, creo que debería ser la esencia de nuestro entrenamiento diario.
Esto puede ser conquistado por todo el mundo, sea cual sea su estado
psico-emocional, físico, cultural. Pero es importante entregarse a la
enseñanza, a la acción por la acción, no teniendo miedo a que nuestro yo, lleno de cosas, desaparezca instante a instante. No hay victorias, no hay
derrotas, no hay bien o mal en la ejecución, sino que es la falta de atención,
de enfoque, de abandono, lo que supone
lo erróneo de la práctica.
Es desde ese estado de concentración donde la realidad se nos manifiesta
desnuda, y no está bien o mal, no existe el fracaso o la decepción, sólo existe
el ahora, y en ese ahora Yo, soy el
señor de mi energía y mis actos, no soy mi versión buena o mala, soy mi
versión completa.
Por todo esto un buen budoka, un “maestro de la espada”, puede no ser un
santo, ni un sabio de la vida, ni siquiera ser una persona sana o feliz… pero
conoce la forma de estar presente, de cerrar sus aperturas cuando lo necesita,
de sentir las de los demás y actuar en consecuencia dependiendo de la situación,
percibir el flujo de las situaciones y procesos, poner límites y protegerlos, activar
su centro en definitiva, y usar su energía a voluntad cuando es preciso.
“El ayuno mental de
Chuang Tzu va naturalmente mucho más lejos que que el arte de la esgrima. Pues
Chuang Tzu es conocedor, aunque no en el sentido ordinario de la cognición, de
la vacuidad que alberga posibilidades infinitas, mientras el esgrimista puede
que no tenga todavía suficiente experiencia de la fuente metafísica de las
cosas. Es, sin embargo, posible, que quien haya profundizado lo bastante en los
secretos de su arte, haya tocado también el fondo de la realidad. La diferencia
entre el esgrimista y el maestro zen en cuanto a su discernimiento es ésta: el
discernimiento del esgrimista está restringido a su arte especializado,
mientras que el del maestro zen abarca la totalidad de la existencia a causa de
su globalidad, de sus aptitudes y de su especial aprendizaje.”
D.T.Suzuki
El utilizar esta herramienta para mejorarse, buscando un camino de
sanación, creo que es lo ideal, pero no dejará de ser una elección. El aprendizaje
y entrenamiento (experiencia) diario, si permitimos que nos acompañe en todos
los momentos de nuestra vida, nos cambiará, nos ayudará, pero debemos permitírselo,
y aún así, en ese proceso de sanación, creo que son necesarios más elementos.
Enfoquemos nuestro entrenamiento en activar la atención, la presencia, y
no nos quedemos sólo en un entrenamiento superficial, a modo de repetir y
memorizar un catálogo de movimientos. Además, es la atención, la activación de
la mente inamovible, la auténtica esencia del Budo. Más allá de cualquier
técnica, es la que nos conducirá a la mayor efectividad del gesto y a
convertirnos en el centro del proceso marcial.
Luis Mochón Corredor