TU YO
Hasta que se haga añicos tu yo
darás a otros poder sobre ti.
Hasta que, con tu propia desnudez,
apagues el fulgor de tus plumajes,
te impedirá el poder
llegar a la otra orilla.
Mas solamente tuyo es el sufrimiento
(que atestigua tu exilio,
y que el poder se encarga de azuzar),
hasta que tú decidas impedir su azote,
cuando, tejido en la substancia del silencio,
en el mismo silencio te hayas transformado.
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