A continuación escribiré algunos haikus que me gustan bastante, extraidos de un maravilloso libro llamado:"El espacio interior del haiku" de Vicente Haya, y los acompañaré de algunos fragmentos extraidos de los comentarios que el autor del libro hace sobre el haiku en cuestión. Estos comentarios podrían aplicarse perfectamente a la práctica del Aikido, a la actitud y a la mente del aikidoka. Para mí son comentarios llenos de sabiduría.
'Mientras me reñían
Por haber cogido el girasol,
yo miraba la flor.
" Este haiku del girasol es un buen ejemplo de hasta qué punto el haiku no debe ni puede idearse en los soliloquios de nuestra mente. La distancia respecto del mundo genera una quimera. Si el haiku no le ha ocurrido al poeta, no hay haiku. El haiku es el suceso mismo cuando toma forma de palabra humana"
' El sonido que hace la mariposa
Cuando come...
¡Es el puro silencio!
" Para escribir un buen haiku la primera condición es no tratar de hacerlo. Escribir haikus no pertenece al oficio literario sino a la cortesía debida hacia el mundo. Y esa cortesía exige ausencia de intención literaria. El poeta recibe un impacto de parte de la realidad y vibra bajo su efecto, durante esa vibración se concibe un haiku. No es el poeta quien escribe el haiku. Es el mundo el que escribe
(.....)
Si queremos expresarnos en haiku, hablaremos sobre lo que nos rodea sólo cuando no tengamos un interés personal por hacerlo; cuando seamos obligados a ello por lo que quiera que sea que nos completa por dentro a hacerlo. El haiku no procede de un talento especial sino de una obligación moral que tenemos para con la existencia que nos sostiene.(...)
No estamos acostumbrados al sabor de las cosas; lo que paladeamos del mundo es lo que nosotros mismos le añadimos para poder asimilarlo. Probar el mundo de verdad exige unas dosis incalculables de falta de pretensión , y nos obliga a una reestructuración radical de lo que somos en clave de modestia"
'Ahora no cae ni un petalo,
Justamente ahora,
oh tiempo, detente'
"La mente japonesa está especialmente capacitada para sentir como un todo las miríadas de impresiones sueltas que se dan alrededor nuestra. Esta percepción global -a nivel inconsciente- llega a ser un rasgo distintivo de la naturaleza específica del japonés, a diferencia del occidental que se concentra mucho en un punto concreto y abandona el resto de su entorno como si no estuviera sucediendo.. La "mente difusa" del japonés y la "mente concentrada" del occidental, distan entre sí tanto como quepa imaginarse, y son el fruto de dos culturas muy diferentes: la cultura del "estar" y la del " conseguir".
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