Sin la experiencia del no-yo, el yo ocupa toda la mente, que esta llena de planes y proyectos personales. En vez de preocuparse por los otros, uno se preocupa por su propia <<yoidad>>. A esta forma de arrogancia y de falso orgullo se refiere el modismo << estar pagado de sí mismo>>.
La renuncia, tal como vimos en el capítulo anterior, es la actitud que vence al egoísmo. El resultado de la renuncia es que uno entra en el mundo del guerrero, un mundo en el que se es más accesible y se está más abierto a los otros, pero en el que también se siento uno más solo y con el corazón más destrozado. Empieza uno a entender que la condición de guerrero es una senda o un hilo que discurre a lo largo de toda la vida. No es simplemente una técnica que se aplica cuando aparece un obstáculo o cuando uno se siente desdichado o deprimido. El camino del guerrero es un viaje continuo. Ser guerrero es aprender a ser auténtico en cada momento de la vida. Es esa la disciplina del guerrero.
[...] la disciplina se relaciona con la manera de llegar a ser completamente afable y auténtico, de superar el egoísmo y de promover el estado de no-yo, o bondad fundamental, tanto en uno mismo como en los demás.[...]
La disciplina del guerrero es inquebrantable y lo impregna todo. Es, por consiguiente, como el sol, cuya luz brilla allí donde el sol se eleva. El sol no decide que ha de iluminar una parte del paisaje y otra no; llega a todas partes. De manera similar, tampoco la disciplina del guerrero es selectiva. El guerrero jamás descuida su disciplina ni la olvida. Su sensibilidad y su vigilancia se extienden constantemente. Por más agotadora o difícil que sea una situación, el guerrero no abandona."
Chögyam Trungpa (extraido de su libro "Shambala, La senda sagrada del guerrero")
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