"El Aikido nos va reprogramando de a poco, como un proceso continuo, y nos revivifica mientras nos enseña a no reaccionar sino a accionar. Los aspectos rígidos de la psicología personal son como las tensiones del cuerpo. Se van aflojando los hombros, se aprende a estar relajado en medio del ataque. Se tiene más tiempo para ver las cosas, más sensibilidad para penetrar en la realidad, se adquiere más confianza porque uno se siente mejor parado. En cambio, si se está nervioso, aparece el antiguo patrón de conducta: no es uno el que actúa, es una reacción insegura sin rumbo. Es como la diferencia entre vivir y sobrevivir. No queremos gastar el tiempo de nuestra vida en la supervivencia de la respuesta inmediatista a los estímulos exteriores. Es una vida de autómatas. El Aikido nos conecta con la profundidad de nuestro ser a través de la conciencia, de la autoconciencia corporal. Porque por medio del contacto del contacto con el cuerpo nos enfocamos en la realidad. En cambio, si no me doy cuenta cómo estoy parado, difícilmente percibiré como me encuentro en mi interior. El Aikido nos da una percepción de nuestro Estado corporal y emocional. Y ésta es la verdadera espiritualidad en la tradición de Japón: una espiritualidad concreta en el mundo material y corporal que se expresa en acciones. Esta acción es la que llamamos la acción centrada, la que se hace desde un Centro, y en nuestra tradición el centro es el Hará. "
Masafuni Sakanashi sensei
Qué hermosa sorpresa encontrar este texto de mí Maestro en su blog, sensei Luis.
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