jueves, 17 de mayo de 2012

Crónica seminario de Güejar Sierra, por Antonio Laguna.


“La mayor de las perfecciones parece imperfecta
pero su ejercicio es inagotable.
La mayor plenitud parece vacía,
pero su función es imperecedera.
La mayor rectitud parece torcida.
La mayor habilidad parece torpeza.
La mayor elocuencia suena tartamuda.
El movimiento vence al frío, pero la calma vence al calor.
Lo pacífico y sereno es la norma del mundo.”

                                                                                     Lao Tsé


La tortuosa subida hasta Güejar nos obliga ya a afrontar la actitud de estar totalmente dispuesto, parece todo formar parte de un plan premeditado. De lo contrario se vuelve exigente y peligrosa. Es necesario estar totalmente ahí, no se puede subir a medias una carretera como esa, sobretodo si es la primera vez. Y no hay rutas alternativas. Exactamente lo mismo que un curso de Luis, que una clase en su dojo, que una conversación en el hotel. De lo contrario se vuelve exigente y peligroso. Pero la subida hasta Güejar es también bellísima, como un paisaje de Xu Wei, sobrecogedora. Luis lo ha planeado todo, estoy seguro.

En Aikido saludamos a nuestro compañero mirando al suelo, le perdemos de vista durante un instante para mostrar nuestra confianza ciega, saludamos también al principio y al final de cada sesión de práctica, repetimos las mismas fórmulas establecidas (onegai shimasu). Tengo la sensación después de este encuentro de que estos son los únicos actos que realizamos de forma asidua, automática. Lo que llena un dojo de espíritu marcial no son las antiguas formas de kihon, ni las posturas envaradas, ni los gestos serios. Naturalidad y libertad son palabras manoseadas, pero no deben perder su sentido. Kodo Sawaki nos decía: “Como ser humano, deberías hacer cualquier cosa de manera que no puedas repetirla una segunda vez. Si puedes repetirla, mejor que la haga un robot.”

La vida no corre sobre raíles.

Luis tiene la incisiva capacidad de mover los cimientos más estables de cualquiera, no sólo de sus alumnos más avanzados, sino también de otros maestros, con criterio, con respeto, pero constantemente desmontando las ideas que se van solidificando en la mente de uno para hacer que se formen aquellas que suelen tender hacia la naturalidad, sin generar fórmulas, nos repite siempre los principios a medida que practicamos en el dojo, es decir, te indica el “porqué”, pero nunca el “cómo”, ese es tu trabajo. Como un tábano que vuela a tu alrededor en una comida en el campo, si realmente quieres aprender, por suerte Luis no te dejará tranquilo.

“El Aikido puede ser cualquier cosa menos correcto” Ha sido la gran bofetada de este curso de Güejar. Tan profunda que hasta hoy todavía no he dormido una noche tranquilo. A los que aún nos debatimos con la forma nos dice Luis que nos falta un centro irradiante con el cual la técnica se mueve en un terreno que no es ni simulado ni descuidado, ni relajado ni rígido, sino simplemente una forma viva que no deja de transformarse y adaptarse. La forma pasa a ser la expresión de una vida interior que es a su vez enemiga y destructora de todo rasgo técnico identificable. “Sé inestable en la estabilidad y estable en la inestabilidad”, “sé caótico en el orden”, “haz Aikido como un maestro borracho, un drunken master”, son expresiones demasiado desnudas y demasiado verdad como para que yo las pueda digerir con una sola siesta. Duelen, emocionan y motivan. Pero sobretodo duelen.

Como una linterna enfocada a la cara.

Todavía no me he recuperado de este palazo, así que poco más puedo decir. Dar las gracias enormemente a Luis y decirte que aunque la próxima vez que nos veamos será dentro de un mes, deberíamos de vernos mañana. A Guillermo por su infinita paciencia y organizar un curso en un lugar que no puede ser más bonito.

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