En el vacío de mí aparece la luz radiante que origina todo o donde todo se origina, personalizada y despersonalizada, de cierta forma, que no llego a entender bien.
El vacío de mí incluye al cuerpo. Un cuerpo vacío se llena inmediatamente de una presencia universal, interconectada, serena, pesada, pero al mismo tiempo liviana y activa.
Es en el proceso de desaparecer cuando realmente aparecemos, aparece lo que "es" , que bendice a mi "yo" en el aquí y ahora, convirtiéndolo en un "no-yo" creativo.
El "no-ser" como plenitud del ser.
Se abren las puertas del "Reino" sin puerta, de lo trascendente en la inminencia, del ser sin ser.
Escapar de la esclavitud de las circunstancias es parte del Do, y requiere de la bendición del no-yo. Las circunstancias no son señores. Cuando no hay esclavo ni sirviente no hay señor... las circunstancias se transforman así en el abono que nutre la acción creativa, donde nosotros somos "usuarios" en el proceso de crear. No somos "hacedores". Los elementos que componen la creación no dependen de nosotros, si bien la "Danza" hacia la realidad, sí nos tiene como "bailarines" principales de una parte de la "coreografia".
Estar sometido a las circunstancias nos animaliza, restringe, límita, siendo una gran fuente de sufrimiento, de crueldad y violencia. Identificar la función nutriente, fertilizadora y catalizadora de las circunstancias , depende de identificar y habitar en el silencio de las mismas. Cuando aprendemos a habitar en el silencio propio, podemos habitar en el silencio de todo: el dolor, el placer, las cosas, las circunstancias...
Aparece entonces el discernimiento, que es el conocer del no-ser, apareciendo el verdadero nombre de las cosas, que es la "magia" fundamental para darle el correcto uso a todas las cosas.
Luis