“Hace más de veinte años, mi hermano en el Dharma, el ahora maestro zen Ji Bong, hacia poco que acababa de emprender la práctica del zen.Mientras daba clases de música en la Yale University, trabajaba en el Kong-an ‘¿quién soy yo? No sé ‘
Entonces escribió una carta al maestro zen Seung Sahn diciéndole: “Usted afirma que debemos mantener la mente no sé continuamente pero, cuando enseño música en el aula e intento mantener la pregunta ¿Quién soy yo?, no puedo enfocar mi atención en la enseñanza que se supone debo impartir. Por otra parte, si enfoco la atención completamente en los estudiantes y en lo que estoy enseñando, me olvido completamente de la mente no sé. Así pues ¿qué puedo hacer?”
Y ésta fue la respuesta de Dao Soen Sa Nim:”No has entendido qué es no sé.Tan sólo estás apegado a la expresión no sé. Cuando enseñes música, enseña música simple y completamente.Ésta es la mente no sé “.[…]El problema surge, claro está, cuando creemos que nuestras circunstancias vitales constituyen un obstáculo para la práctica.[…]Robert Aitken Roshi-maestro zen que vive en Hawai- efectuaba una observación similar al afirmar:”Si vuestro propósito es claro, entonces todo lo que hagáis formará parte de la práctica “.[…]En circunstancias como ésas, la única opción posible es utilizar la situación para manifestar la mente de atención, compasión y amor.”[…]El escrito original afirma lo siguiente:
“ Estirar las extremidades del pato le causaría daño y cortar las piernas a la grulla la haría sufrir. Por consiguiente, lo que es largo por naturaleza no necesita ser acortado, y lo que es corto por naturaleza no necesita ser alargado”.
¿Es eso un obstáculo o un impedimento o, tal vez una oportunidad? La elección depende enteramente de nosotros. Sin embargo, cuando reconocemos que el camino que recorremos como individuos es un camino sin elección-o donde sólo resulta posible una elección-reconocemos que todo aquello con lo que nos encontramos no es un obstáculo ni una interferencia sino que, de hecho, es nuestro propio camino. A partir de ese instante, nuestro propósito, nuestra dirección y nuestra práctica se convierten en una misma cosa. Ya sea que llevemos a cabo una práctica formal o que intentemos practicar en nuestra vida cotidiana, no debemos estirar las patas del pato ni acortar las de la grulla puesto que sólo conseguiremos crearnos dolor y sufrimiento a nosotros mismos. La compasión comienza en nuestro propio hogar, el amor comienza en nuestro hogar y los medios hábiles también comienzan en nuestra propia casa”.
Extraido del libro “La mente no-sé” de Richard Shrobe