“La mayor de las perfecciones parece imperfecta
pero su ejercicio es inagotable.
La mayor plenitud parece vacía,
pero su función es imperecedera.
La mayor rectitud parece torcida.
La mayor habilidad parece torpeza.
La mayor elocuencia suena tartamuda.
El movimiento vence al frío, pero la calma vence al calor.
Lo pacífico y sereno es la norma del mundo.”
Lao Tsé
La tortuosa subida hasta Güejar
nos obliga ya a afrontar la actitud de estar totalmente dispuesto, parece todo
formar parte de un plan premeditado. De lo contrario se vuelve exigente y
peligrosa. Es necesario estar totalmente ahí, no se puede subir a medias una
carretera como esa, sobretodo si es la primera vez. Y no hay rutas
alternativas. Exactamente lo mismo que un curso de Luis, que una clase en su
dojo, que una conversación en el hotel. De lo contrario se vuelve exigente y
peligroso. Pero la subida hasta Güejar es también bellísima, como un paisaje de
Xu Wei, sobrecogedora. Luis lo ha planeado todo, estoy seguro.
En Aikido saludamos a nuestro
compañero mirando al suelo, le perdemos de vista durante un instante para
mostrar nuestra confianza ciega, saludamos también al principio y al final de
cada sesión de práctica, repetimos las mismas fórmulas establecidas (onegai
shimasu). Tengo la sensación después de este encuentro de que estos son los
únicos actos que realizamos de forma asidua, automática. Lo que llena un dojo
de espíritu marcial no son las antiguas formas de kihon, ni las posturas
envaradas, ni los gestos serios. Naturalidad y libertad son palabras
manoseadas, pero no deben perder su sentido. Kodo Sawaki nos decía: “Como ser
humano, deberías hacer cualquier cosa de manera que no puedas repetirla una
segunda vez. Si puedes repetirla, mejor que la haga un robot.”
La vida no corre sobre raíles.
Luis tiene la incisiva capacidad
de mover los cimientos más estables de cualquiera, no sólo de sus alumnos más
avanzados, sino también de otros maestros, con criterio, con respeto, pero
constantemente desmontando las ideas que se van solidificando en la mente de uno
para hacer que se formen aquellas que suelen tender hacia la naturalidad, sin
generar fórmulas, nos repite siempre los principios a medida que practicamos en
el dojo, es decir, te indica el “porqué”, pero nunca el “cómo”, ese es tu
trabajo. Como un tábano que vuela a tu alrededor en una comida en el campo, si
realmente quieres aprender, por suerte Luis no te dejará tranquilo.
“El Aikido puede ser cualquier
cosa menos correcto” Ha sido la gran bofetada de este curso de Güejar. Tan
profunda que hasta hoy todavía no he dormido una noche tranquilo. A los que aún
nos debatimos con la forma nos dice Luis que nos falta un centro irradiante con
el cual la técnica se mueve en un terreno que no es ni simulado ni descuidado,
ni relajado ni rígido, sino simplemente una forma viva que no deja de
transformarse y adaptarse. La forma pasa a ser la expresión de una vida
interior que es a su vez enemiga y destructora de todo rasgo técnico
identificable. “Sé inestable en la estabilidad y estable en la inestabilidad”,
“sé caótico en el orden”, “haz Aikido como un maestro borracho, un drunken
master”, son expresiones demasiado desnudas y demasiado verdad como para que yo
las pueda digerir con una sola siesta. Duelen, emocionan y motivan. Pero
sobretodo duelen.
Como una linterna enfocada a la
cara.
Todavía no me he recuperado de
este palazo, así que poco más puedo decir. Dar las gracias enormemente a Luis y
decirte que aunque la próxima vez que nos veamos será dentro de un mes,
deberíamos de vernos mañana. A Guillermo por su infinita paciencia y organizar
un curso en un lugar que no puede ser más bonito.
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