Siempre que toco a mi sensei, siento una mezcla de sensaciones. Antes de que inicie el ataque siento como si estuviera en presencia de un gran coloso, o mejor de una gran montaña,majestuosa, antigua, viva, protectora, desconocida....
Tengo que estar muy conectado a mi centro, bien sereno y presente para no dejarme llevar por esa sensación. Al comenzar el ataque mi consciencia entra en contacto con una información muy diversa. El punto de contacto es sutil, suave pero inamovible, aunque acto seguido se puede convertir en un riachuelo de agua que juguetea con las piedras en una danza sin fin. A través de ese punto donde estamos conectados, siento también como un fuego que viene desde muy profundo de esa montaña viva. Un fuego que da confianza, calidez y al mismo tiempo una sensación de peligro, que te advierte, que no debes perder la atención del fuego. Si estamos atentos a él, nos nutrirá, nos calentará, nos relajará, pero sino, podrá quemarnos.
Cuando todo empieza a moverse más, camino de una realización de "waza" , la sensación acuosa es la más fuerte. Me siento envuelto en un agua viva, ondulante, suave y feroz, calmada y tronante al mismo tiempo.Me siento conducido por una corriente, una marea constante e imparable que me cuida,al mismo tiempo que conduce y dependiendo de mi resistencia a veces arrastra, entrando en un movimiento donde tengo la sensación que tengo cierto control sobre mí, aunque ese control está compartido con el sensei, pero no desde fuera, sino desde una sensación interior. El fuego de la montaña ha captado mi centro, colándose a través del agua. Ésta penetra por las grietas que mi intención de ataque está generando
Pero esto no es siempre así. Otras veces, cuando encaro a mi sensei...no está, pero está. Hay un profundo vacío, pero vivo y presente, que absorbe mi intención de ataque desarmándola y quitándole totalmente sentido. En esas ocasiones el contacto es aire, los movimientos los intuyo como aire, digo intuyo porque no tengo una percepción lo suficientemente física para sentirlos.Lo que si me descubro, es saliendo de mi estabilidad, mi centro se ve captado de nuevo por eso fuego que esta vez habita en el viento. Pero es un viento suave, con momentos de vendaval, que se alternan con suaves brisas y de nuevo el vacío....o.... en un instante, aparece la montaña, como si siempre hubiese estado ahí. Teniendo la sensación de haber hecho un viaje envuelto en la bruma, y de improviso, al irse esta bruma nos encontramos de frente con la montaña, como si ésta se hubiera movido rápidamente hasta mí, aunque la realidad es que fui yo el que me desplacé hasta ellla dirigido por una extraña voluntad.
Llevaba tiempo queriendo poner en palabras las sensaciones que tengo al entrenar con mi sensei. En los seminarios que doy por todos lados, intento transmitir ésto con palabras, pero sobre todo, intento transmitirlo con mi contacto, mis movimientos y mi presencia.
Por cierto, aunque creo que ya no hace falta, mi sensei es Seishiro Endo.
L.
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