Durante esta pandemia y debido a las
restricciones en el contacto, entrenamiento etc, nuestro Aikido, en el Dojo
Musubi de Granada, se ha centrado en el desarrollo y estudio a través de Aiki-ken.
Nos está aportando muchas satisfacciones en el
desarrollo de nuestras habilidades marciales físicas y mentales. En los
momentos más difíciles de confinamiento, y ahora, para aquellos de nosotros que por imposibilidad, miedo o por precaución, siguen sin venir a entrenar
presencialmente, elaboré una serie de videos sencillos para practicar cortes y
combinaciones simples, pero pidiendo que se realizaran con un alto grado de
concentración y con voluntad.
En todo este proceso empecé proponiendo, y
después otros alumnos de alto grado continuaron activando esta propuesta, el
realizar una especie de meditación-oración-entrenamiento a través de los cortes
de bokken. El vincular una acción marcial con un plano espiritual o religioso,
a través del esfuerzo y la acción consciente (contemplación), como se verá en
el fragmento de la obra de Kenji Tokitsu, es algo tradicional vinculado a los
orígenes del Bushido y del Budô.
Algunos, como fue mi propio caso, lo llevamos un
poquito más allá y realizamos esta acción u ofrenda con un bokken más pesado
(suburito).
La propuesta fue el realizar 1000 cortes
diarios, dedicándoselos a la divinidad budista Fudo Myoo, símbolo de la mente inamovible que debemos desarrollar en las artes marciales y en la vida, y al mismo tiempo, divinidad protectora de los artistas marciales. El objetivo era
alcanzar los 10.000 cortes.
Después de esto, la acción de los 1.000 cortes quedó establecida como una práctica simbólica de concentración, de adaptación activa y de resistencia o lucha al mismo tiempo, ante una situación que estaba “atacando” nuestra práctica diaria, pero que gracias a la “invocación” del espíritu de la tradición marcial antigua (geiko) y al apoyo en las formas que nuestro Do nos ofrece a través del Aiki-ken, al mismo tiempo, nos permitía crecer y fortalecernos como budokas, ya que el budoka se fortalece y crece en los conflictos.
Luis Mochón
Fragmentos del libro :”Miyamoto Musashi” de
Kenji Tokitsu
“La obra de Musashi es testimonio de una gran
implicación en la perfección del sable. Esta tendencia se estabiliza y se
refuerza durante el período Edo, en el que se elabora un modelo cultural de
acción: implicarse profundamente en un acto es una de las mayores virtudes del
guerrero. La realización de todo acto adquiere consistencia y dimensión por la
precisión gestual que se requiere. En todos los momentos de su vida, tanto si
descansa o está de guardia, el guerrero debe tener la postura adecuada.
La línea divisoria que occidente traza desde
hace tanto tiempo entre cuerpo y mente pierde en este caso su pertinencia.
Tanto en el acto como en la relación social, es toda la persona física y moral
la que está presente. El trabajo intelectual no puede disociarse del cuerpo.
Así, la caligrafía es a la vez de manera indisociable, pensamiento, postura,
trabajo de inspiración y dominio del gesto.[…]
Musashi utiliza varias veces en su obra la
expresión chô tan seki ren, literalmente chô, mañana,tan, forjar, seki, la
noche, ren, entrenar. Esta expresión suele traducirse por “me entrené mañana y
noche”, pero yo la he traducido por: “he continuado entrenándome y buscando de
la mañana a la noche”.
Musashi escribe al final del Manuscrito del
agua: Sen michi no Keiko o tan to shi, man nichi no Keiko o ren tu su que yo he
traducido por: “Mil días de entrenamiento para forjar, diez mil días de
entrenamiento para pulir”.
Para quienes se consagren seriamente a la
práctica del Budô, es evidente que el entrenamiento de Musashi podría abarcar
un día entero, sin limitación, de la mañana a la noche. Conocemos en muchos
guerreros un grado de entrenamiento que va más allá de lo imaginable. Tan
pronto se despierta la atención, la vida entera se asocia al entrenamiento. Los
guerreros intentaron incluso llenar los momentos de vacuidad de atención, como
el sueño, el aseo, el baño y las comidas, por una mayor disponibilidad ante la
eventualidad del combate.[…]
El templo Hayashizaki está dedicado al maestro
del mismo nombre, fundador del iai (arte de desenvainar el sable), que vivió en
el siglo XVI. Durante el período Edo muchos adeptos fueron a ese templo para superar el límite de su arte y realizar
una forma de voto: consagrar uno o varios días al ejercicio exclusivo del iai
para honrar a los dioses y progresar mediante la superación. Nakayama Hakudo,
uno de los mayores maestros de iai del siglo XX, hizo una jornada de voto en
este templo. Estuvo 24 horas y consiguió desenvainar algo más de 10.000 veces
ese días. Para ello, se entrenó sin parar, sin dormir, bebiendo únicamente sopa
de arroz de un bol que tenía al alcance de la mano. En el registro del templo
hay inscrito un número considerable de personas que han desenvainado entre
30.000 y 40.000 veces. Los tres adeptos que llegaron más lejos se quedaron
siete días y desenvainaron más de 90.000 veces, lo que quiere decir cerca de 13.000
veces al día como promedio.[…]
¿Podemos imaginar qué tipo de esfuerzo debió
realizar el que continuó durante 7 días? Estos hechos nos ayudan a medir el
desfase entre nuestra manera de pensar y de vivir y la de aquellos guerreros.
Todas las técnicas tradicionales que hemos heredado en el Budô se forjaron gracias a esta excepcional
inversión de enregía, que los adeptos prosiguieron durante varios siglos.
Siguiendo esta tradición, buscaban la fusión de cuerpo y mente e iban hasta el
límite del esfuerzo físico para alcanzar el sentimiento de que es mediante la
mente como el cuerpo puede proseguir sus gestos.[…]
Así podemos comprender mejor el adagio japonés
según el cual, mirando el cuerpo y la postura de una persona, se ve su actitud
mental y su nivel espiritual.”
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