viernes, 29 de marzo de 2019

Aikido y Budo, la relación con el instante. Suki


A veces siento que se quiere, incluso inconscientemente, situar al Aikido en un lugar que creo no le corresponde. Un lugar que ocupan otras disciplinas, vías, métodos o terapias, que buscan mejorar, aliviar, sanar la personalidad de la gente. Aliviar cargas, aceptar emociones, cerrar heridas, liberar de pesos a la persona para que sea capaz de vivir más serena, feliz, en paz y saludable. Enseñan y aplican técnicas, ejercicios, dinámicas, promueven reflexiones, todo para ayudar a la persona.
Por supuesto no voy a negar que la práctica del Aikido puede llevarnos a una transformación personal, a una evolución. Pero el Aikido desde mi punto de vista no está en ese grupo de vías. El Aikido tal como lo siento yo, busca desarrollar la atención, la focalización en el instante a través de un proceso marcial (ataque y defensa). Ser capaz de estar plenamente presente en el instante, de forma dinámica y creativa, tomando las riendas de todo nuestro Ser y de la situación marcial(espacio-tiempo-compañero) que nos engloba.
Uno puede acercarse al aikido con una personalidad herida, encadenado por patrones, ideas, prejuicios, frustraciones, dolencias… y el Aikido (correctamente enfocado) te regalará el instante, y sobre todo a , a tu Ser, desnudo, vacío de disfraces aquí y ahora.
En el instante, las puertas del pasado, de la educación, de los juicios, de las emociones, de la imagen que uno tiene de sí, se cierran o mejor desaparecen, dejan de movilizarnos, de dirigirnos. Al enfocarnos en el momento presente desaparecen estas aperturas (suki), permitiéndonos ser libres, creativos, señores del instante y de nosotros, pudiendo convertirnos en todo lo que queramos, ya sea en el rol de tori o aite.
El Aikido, entendido así, abre el espacio donde expresarnos, dejando atrás los elementos adheridos, aprendidos, heredados o creados, que conforman nuestro yo, sintiendo entonces, más allá de la consecución técnica correcta o no, un estado de plenitud.
Es por esto, que, en mis clases, concedo mucha importancia al estado de nuestra mente, a como movemos y expresamos nuestra energía. A estar enfocados en nuestra labor, concentrando toda nuestra energía, vibrando en el rol de tori o aite, sin aperturas, llenando de nuestra presencia cada respiración. Le otorgo por tanto una gran importancia a la energía de ataque, al ma ai (timing), a mantener un cuerpo ordenado, vertical y centrado, a percibir el kimochi del compañero, a sentir el proceso marcial actuando desde la intuición, permitiendo aflorar la mente inamovible (Myoo) en cada gesto.
“El esgrimista no debe pensar a la ligera de cualquiera, ni debe sentirse temeroso ante un oponente fuerte. Lo principal es olvidarse de uno mismo tanto como del adversario y dejar que el myoo inconsciente se manifieste”
Adachi Masahiro
“El esgrimista no debe albergar nada externo o superfluo en su mente, que debe estar perfectamente purificada de toda emoción egocéntrica. Cuando esto se consigue y la propia mente está perdida de manera que ni siquiera los demonios pueden rastrear su paradero, le es posible por vez primera hacer pleno uso de la técnica adquirida. O, mejor dicho, va incluso más allá de la técnica, pues olvida todo lo que ha aprendido, ya que él mismo es la enseñanza en sí y no hay separación del que aprende y lo aprendido.”
D.T.Suzuki

Seas como seas, sientas como sientas, debemos permitir que todo desaparezca para que nuestra esencia se manifieste, y esto se hace a través de la concentración. Concentrarnos en como usar la energía de nuestro cuerpo, sintiendo lo apropiado de cada momento, sin emociones, sin pensamientos externos al instante que estamos viviendo:
Que mal me ha salido; no sirvo para esto; el aite me está bloqueando; con éste no me pongo; el Sensei me está mirando; lo estaré haciendo como el Sensei quiere?;no puedo con esta persona es muy grande; me voy a hacer daño; es que tengo que entenderlo primero; no se hacerlo; no quiero hacer daño….
Todos estos pensamientos y emociones son las puertas abiertas de la mente. Son suki, aperturas mentales que se traducen en ventajas para el oponente, en limitaciones para leer el ahora en el proceso, y que en un combate de espada significarían la muerte.

“Tu espíritu es el verdadero escudo”
Morihei Ueshiba
“Hay que mantenerse siempre cerrado, sin aperturas”
Seishiro Endo
Esta experiencia que ofrece el Budo y el Aikido en particular, si elegimos llevarla a nuestra vida, por supuesto puede transformarnos, y nos ayudará en la consecución de vivir más plenamente cada momento, sin aperturas(suki) que nos limiten. Aunque si queremos sanar los elementos limitantes de nuestra personalidad, si necesitaremos de otros caminos que ayuden.
Es por ello que un maestro de esgrima del siglo XVI, podía ser considerado un “santo de la espada”, con gran sabiduría y actitud, pero que fuera de ese ámbito, tuviera elementos de su personalidad que hoy consideraríamos susceptibles de ser trabajados, pero que, en el momento de la acción desaparecerían, y dejarían paso al brillo de una mente vacua y libre.
Percibir el suki interno y el ajeno, ya sea de otra persona o de una situación, el no permitir que nos afecte o coarte, y además ser capaces de utilizarlo, actuando en consecuencia física y mentalmente, creo que debería ser la esencia de nuestro entrenamiento diario.
Esto puede ser conquistado por todo el mundo, sea cual sea su estado psico-emocional, físico, cultural. Pero es importante entregarse a la enseñanza, a la acción por la acción, no teniendo miedo a que nuestro yo, lleno de cosas, desaparezca instante a instante. No hay victorias, no hay derrotas, no hay bien o mal en la ejecución, sino que es la falta de atención, de enfoque, de abandono, lo que supone lo erróneo de la práctica.
Es desde ese estado de concentración donde la realidad se nos manifiesta desnuda, y no está bien o mal, no existe el fracaso o la decepción, sólo existe el ahora, y en ese ahora Yo, soy el señor de mi energía y mis actos, no soy mi versión buena o mala, soy mi versión completa.
Por todo esto un buen budoka, un “maestro de la espada”, puede no ser un santo, ni un sabio de la vida, ni siquiera ser una persona sana o feliz… pero conoce la forma de estar presente, de cerrar sus aperturas cuando lo necesita, de sentir las de los demás y actuar en consecuencia dependiendo de la situación, percibir el flujo de las situaciones y procesos, poner límites y protegerlos, activar su centro en definitiva, y usar su energía a voluntad cuando es preciso.
“El ayuno mental de Chuang Tzu va naturalmente mucho más lejos que que el arte de la esgrima. Pues Chuang Tzu es conocedor, aunque no en el sentido ordinario de la cognición, de la vacuidad que alberga posibilidades infinitas, mientras el esgrimista puede que no tenga todavía suficiente experiencia de la fuente metafísica de las cosas. Es, sin embargo, posible, que quien haya profundizado lo bastante en los secretos de su arte, haya tocado también el fondo de la realidad. La diferencia entre el esgrimista y el maestro zen en cuanto a su discernimiento es ésta: el discernimiento del esgrimista está restringido a su arte especializado, mientras que el del maestro zen abarca la totalidad de la existencia a causa de su globalidad, de sus aptitudes y de su especial aprendizaje.”
D.T.Suzuki
El utilizar esta herramienta para mejorarse, buscando un camino de sanación, creo que es lo ideal, pero no dejará de ser una elección. El aprendizaje y entrenamiento (experiencia) diario, si permitimos que nos acompañe en todos los momentos de nuestra vida, nos cambiará, nos ayudará, pero debemos permitírselo, y aún así, en ese proceso de sanación, creo que son necesarios más elementos.
Enfoquemos nuestro entrenamiento en activar la atención, la presencia, y no nos quedemos sólo en un entrenamiento superficial, a modo de repetir y memorizar un catálogo de movimientos. Además, es la atención, la activación de la mente inamovible, la auténtica esencia del Budo. Más allá de cualquier técnica, es la que nos conducirá a la mayor efectividad del gesto y a convertirnos en el centro del proceso marcial.

Luis Mochón Corredor



miércoles, 6 de marzo de 2019

La práctica del guerrero

La práctica del guerrero, es una práctica espiritual. Utiliza el cuerpo para templar el espíritu, implicando su espíritu en cada movimiento, en cada relación, en cada técnica . La práctica diaria del guerrero es como una forja, donde se pliega, golpea, calienta y enfría una y otra vez el metal de su alma, y la práctica, no es otra que el vivir. En cada gesto está todo, por sencillo que sea, toda su luz y toda su sombra. Pule su alma y su cuerpo con cada acción, hasta convertirse en un auténtico guerrero, fuerte, sincero, libre, tenaz, voluntarioso, incansable, pasional, completo... El camino del auténtico guerrero no es otro que la paz, y ese camino dista mucho de ser pacífico .
Caminante de la vía, prepárate para exponer tu alma en cada gesto, en cada palabra, en cada respiración... El dojo es tu templo, pero la vida es tu campo de batalla, y la victoria no es otra que la verdadera paz.
L.