viernes, 14 de septiembre de 2012

El maestro de aikido

"En este sentido hay una historia maravillosa que le ocurrió a un maestro de aikido norteamericano que por entonces vivía en Japón. Esta persona era cinturón negro cuarto dan (...)
Un día este aikidoka cogió un tren cerca de Tokio y se situó de pie en el pasillo(...)Al llegar a la siguiente estación, el tren se para y se abren las puertas. De repente entra un individuo grande y de aspecto desaliñado dando voces. De un golpe arranca el periódico del viajero que está más cerca de la puerta. Al ver a aquel ser violento,el aikidoka norteamericano se prepara para darle una lección. El individuo violento, que además estaba bebido, se da cuenta de que el norteamericano está mirándolo y entonces se dirige a él con desprecio:
-¡Tú, americano, escoria! ¿Qué estás mirando?
Aquel hombre violento, en su ignorancia se fue acercando al aikidoka sin ser consciente de la verdadera talla de su oponente. El norteamericano estaba preparándose para darle un escarmiento que nunca olvidaría.
De repente, como saliendo de la nada, se abrió por completo la puerta del compartimento y un hombre mayor y de corta estatura se colocó entre ellos dos.
Posiblemente, para los que contemplaban nerviosos la escena, aquel anciano era alguien completamente desconocido, pero no lo era para el norteamericano, el cual reconoció de inmediato a uno de los más grandes maestros del aikido de Japón, un cinturón negro octavo dan y discípulo directo del maestro Ueshiba.
El anciano, que daba la espalda al norteamericano, se dirigió a aquel japonés violento y abrió los brazos como mostrando una gran sorpresa.
-¡Hombre tu has estado bebiendo sake y a mí me encanta el sake!
El otro se quedó desconcertado y sin saber qué contestar. El otro se quedó desconcertado y sin saber que contestar.El anciano se le acercó con enorme ternura, lo cogió suavemente de un brazo y le dijo:
-Ven a mi compartimento, vamos a hablar.
El norteamericano no pudo contener su curiosidad y se asomó lo más discretamente posible que pudo para ver lo que estaba ocurriendo.
-¿Qué te pasa? ¿Por qué estás tan furioso?
Había algo especial en el tono y en los gestos, un gran respeto, una enorme dulzura, una extraordinaria cercanía.
-Hace una semana perdí mi trabajo y hoy vengo del hospital, mi mujer ha fallecido y ya no sé adónde ir ni qué hacer.
El hombre se puso a sollozar abrazado al anciano.
El anciano empezó a acariciar el pelo de aquel hombre que se sentía completamente hundido y entonces le dijo:
-Hoy vendrás conmigo a mi casa y juntos nos sentaremos en el columpio que tengo a hablar como dos buenos amigos.
En aquel momento, el norteamericano sintió un nudo en el estómago y descubrió lo que era ser de verdad un maestro, alguien que nunca deja que su fuerza se interponga en el camino del amor.

Extraido del libro "Ahora yo"  del Dr. Mario Alonso Puig

2 comentarios:

  1. Este cuento también está en el libro "INTELIGENCIA EMOCIONAL". Gran relato.

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  2. Me recuerda a lo que ocurría en el vídeo que nos enseñaste, el del chico que se «comía una mandarina» en el metro.
    Un abrazo desde Alicante.

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