domingo, 9 de octubre de 2022

Del hacer al ser

 La práctica del aikido la siento como un proceso de caída hacia el verdadero ser.

Al principio ocurre como una práctica, un hacer donde interactuamos con "cosas" que están separadas de nosotros, y que nos incomodan en muchos casos. Cosas que no son yo, un yo que está limitado por creencias, y aprendizajes llenos de clasificación y separación.
Entonces en el proceso de práctica en el dojo, van a ir surgiendo todas las características propias de un aprendizaje de lo diverso, de los separado. Aparece el esfuerzo, el forzar, una mente activa de forma casi compulsiva, la prisa, la dureza, la incapacidad de moverse con libertad... Incluso, si el entrenamiento no está dirigido de la forma adecuada(según mi forma de verlo) , toda esa experiencia nos irá llevando a generar nuevas creencias, que realmente no son nuevas, son extensiones de las ya existentes, que nutren la visión separada y conflictiva del mundo, un mundo de atacantes y agresores, de ganadores y perdedores, de tener razón, de estar equivocados, de lucha para vivir...
Desde mi punto de vista, esta forma de práctica de aikido va alejándose progresivamente del sentir Aiki, de nuestra verdadera naturaleza, que no es otra que la naturaleza de todo, y del darnos cuenta que somos manifestaciones de lo que "Es" del Uno.
Creo que el aikido debería llevarnos a una progresiva "caída " en nuestro verdadero ser, que es el "ser" que es compartido por todo lo que es.
El aikido progresivamente debería llevarnos del hacer al ser, de la separación a la integración, de lo diverso al uno.
Para ello creo que los que enseñamos debemos poner énfasis, poco a poco en ese "descenso" a las raíces de lo que todo es.Debemos ayudar a los practicantes de aikido a descubrir lo que son, lo que les llevará poco a poco a descubrir que todo lo que consideraban diferente o incluso opuesto, forma parte de ellos y que todo está íntimamente conectado, debiendo de esa manera centrarnos en lo que nos une a todo, porque lo que nos separa son percepciones ficticias, o mejor dicho, sin una realidad propia.
Debemos iniciar un descenso a lo esencial de nuestros movimientos y pensamientos, que es donde el carácter conflictivo de la acción del otro se diluye, o mejor dicho el otro se diluye en nosotros mismos, dándonos esto la oportunidad de actuar desde dentro del nosotros, y en última instancia desde dentro de cada situación.Realmente el dentro y fuera se convierten en meros conceptos vacíos, en licencias del lenguaje para llegar a entender, porque descubrimos que el fuera no existe realmente.
Desaparece el hacer como tal, y aparece el ser como acción.
Convertirnos en un ser que integra, no fuerza, no choca, y que es capaz de vaciarse para penetrar en el interior de cualquier cosa y acción.
Para mí, todo lo que ocurra en cualquier encuentro de aikido, sólo dependerá de mí capacidad de encarnar la unidad de los opuestos, aceptándolos, convirtiéndonos así en fuerzas creadoras.
O sensei hablaba de la nada como fuente de toda La creación.Esa "nada" no está al principio cronológicamente hablando, está constantemente generando la creación, en un tiempo sin tiempo, que es el ahora. Descender a nuestra"nada" a nuestro no-ser lo veo como objetivo. A través del aikido podemos convertir ese vacío en un acto físico-mental que activará y nutrirá la conexión, apareciendo entonces la creatividad infinita.
La práctica por tanto, no es tanto hacerle algo al otro, como personificar este ser , ante el ataque del otro, ataque que a través de esta consciencia se convierte en el mí mismo, es mi propia energía potencial, transformada en creativa a través del surgimiento de la energías yin y yang.
Encarnar ese ser que permite y no estorba el proceso de creación, haciéndose uno con la información que contiene el encuentro y así, dirigiéndolo de la manera más natural y por tanto de acuerdo a las propiedades que le son propias a la unidad esencial, a las características que le son propias a la acción aiki, y que son de carácter marcial, dando lugar a la protección mutua, como neutralización del proceso de destrucción y su consiguiente transformación en uno de "común- unión".
El sol no da luz a la tierra, y a la Luna y a.... El sol brilla. De alguna forma siento que con la práctica del aikido debemos intentar conseguir lo mismo. No es hacerle al otro, es convertirnos en instrumentos del aiki con nuestro cuerpo, nuestros pensamientos y nuestras palabras, y esto sinceramente creo que va de un proceso de desprendimiento y" descenso" a la verdadera naturaleza  donde todo habita, y que en el plano marcial y humano toma la forma de armonización, protección, unidad, conexión, aceptación, fluidez, serenidad, paz....
Entrenar día a día para quitar más que para poner. Usar la práctica para purificar o limpiar, para ir descubriendo el brillo inherente que nos forma, utilizando la práctica marcial del aikido, como el martillo y el cincel de escultor que va quitándole a la piedra lo que le sobra para que la escultura que habita escondida en el corazón de la misma, aflore.
De manera, y para terminar, creo que la práctica diaria es un camino que nos lleva del hacer al ser, que es la más pura y divina de las acciones.
Luis

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