jueves, 15 de marzo de 2012

EL VIEJO SAMURAI.

Leyenda Japonesa

Había una vez en el antiguo Japón, un viejo samurai , ya retirado que se
dedicaba a enseñar el arte de la meditación a sus jóvenes alumnos. A pesar
de su avanzada edad, corría la leyenda que todavía era capaz de derrotar a
cualquier adversario.


Cierto día apareció por allí un guerrero con fama de ser el mejor en su
género. Era conocido por su total falta de escrúpulos y por ser un
especialista en la técnica de la provocación. Este guerrero esperaba que su
adversario hiciera el primer movimiento y después con una inteligencia
privilegiada para captar los errores del contrario atacaba con una velocidad
fulminante. Nunca había perdido un combate.

Sabiendo de la fama del viejo samurai, estaba allí para derrotarlo y así
aumentar su fama de invencible. El viejo aceptó el reto y se vieron en la
plaza pública con todos los alumnos y gentes del lugar. El joven empezó a
insultar al viejo maestro. Le escupió, tiró piedras en su dirección, le
ofendió con todo tipo de desprecios a él, sus familiares y antepasados.
Durante varias horas hizo todo para provocarlo, pero el viejo maestro
permaneció impasible. Al final de la tarde, exhausto y humillado, el joven
guerrero se retiró.

Los discípulos corrieron hacia su maestro y le preguntaron cómo había
soportado tanta indignidad de manera cobarde sin sacar su espada, asumiendo
el riesgo de ser vencido.

-Si alguien te hace un regalo y tu no lo aceptas, ¿a quién pertenece ese
regalo? -preguntó el samurai.

-A quién intentó entregarlo -respondió un discípulo.

-Pues lo mismo vale para la rabia, la ira, los insultos y la envidia -dijo
el maestro-, cuando no son aceptados continúan perteneciendo a quien los
cargaba consigo.

Moraleja

Tu paz interior depende exclusivamente de tí.
Las personas no pueden quitarte la calma, a menos que sólo tú lo permitas.

1 comentario:

  1. Estoy absolutamente de acuerdo con esta moraleja. Muchos problemas de la sociedad actual se basan, además de en la falta de valores, en que ponemos nuestra paz interior en manos de cualquiera menos en las nuestras mismas.

    Un abrazo, muchas gracias por hacernos más completos.
    Juanfran

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